2 de septiembre de 2012

Entre las veladas muchedumbres de pinos barrocos





Entre los dos mundos, la tregua en la cual no estamos...elecciones, abandonos, otros
sonidos no tienen que éstos del jardín acongojado

y noble, en el que el tenaz engaño
alentaba la vida, queda en la muerte.
Los círculos de los sarcófagos no hacen más

que mostrar la sobreviviente suerte
de gente laica de laicas inscripciones
en estas grises piedras, cortas

e imponentes. Aún de pasiones
sin freno sin escándalo han ardido
los huesos de los poderosos de naciones

más grandes: silban, casi nunca desaparecidas
las ironías de los príncipes, de los pederastas
cuyos cuerpos están en las urnas esparcidos

ya cenizas y no aún castos.
de tugurios y de iglesias, sacrílego en la piedad
allí pierde su esplendor. Su tierra

plena de ortigas y verdores alimenta
esos flacos cipreses, esta negra
humedad que mancha los muros alrededor

de los flacos entrelazamiento de los tallos, que el anochecer
apaga serenando desnudos
olores de alga...este pasto débil

apaga serenando desnudos
olores de alga...este pasto débil
e inodoro, donde se hunde violeta

la atmósfera, con un temblor de menta
o heno podrido, y quietamente anuncia
con diurna melancolía, la apagada

trepidación de la noche. Aspero
de clima, dulcísimo de historia, está
entre estos muros el suelo que suda

otro suelo; esta humedad que
recuerda otra humedad; y resuenan
familiares de latitudes y
horizontes donde inglesas selvas coronan
lagos perdidos en el cielo, entre praderas
verdes como billares fosfóricos o como

esmeraldas: «and O ye Fountains...» las piadosas
invocaciones.

Pier Paolo Pasolini [Las cenizas de Gransci, Canto 2]

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